PRIMER LUGAR: "Sarcasmo del perdón"
Paloma Fernandez - IV° Medio
Sarcasmo
del perdón
Ríete de sus ojos
Sus dolores y disculpas
Escupe en sus rodeos
Y carga tu lengua de sarcasmo
Que pa’ estas no hay tiempo.
Palabras endulzadas de miradas con
intención
Sabe lo que hace.
Ríete.
Disfrázate de lo que quiere ver
Resbala,
Maquilla
Será lo que se quiera
Pisotea sus lágrimas
Junta los pedazos
Nos veremos en otra estación.
PRIMER LUGAR: "Palabras"
Andreu Lechuga - II° Medio
Sin nombre ni final
Palabras. Palabras brillantes que forman mundos y
palabras oscuras que los destruyen. Palabras que forman oraciones, realidades,
palabras muy grandes que no significan nada y palabras pequeñas que son todo.
Me estoy hundiendo en palabras. Me consumen. Me retuercen. Hay palabras que
existen y me asfixian. Palabras sofocantes, duras y frías. Por todo mi cuerpo
caen como una cascada. Trato de agarrar alguna, frenético, impotente, pero se
deslizan por entre mis dedos. Se juntan alrededor de mi cuello. Me asfixian.
Grito y trato de sacarlas, de arrancarlas y aplastarlas contra en suelo, pero
no puedo moverme. Palabras grises ahora son cadenas en mis manos y altos
barrotes. Soy su prisionero. No entiendo nada. Escucho risas, palabras crueles.
Se ríen de mí. Palabras en forma de luz entran por una alta ventana en tiempo
suficiente antes de desaparecer, dejando atrás solo negra esperanza. Esta
oscuro y hace frio. Tengo frio. Siento el peso muerto de las cadenas en mis
manos. Estoy solo. Confinado. Y en el piso, indefenso, palabras rotas me
torturan. Bestiales. Los barrotes han pasado a ser navajas que exploran mi cuerpo. Cariñosas.
Maternales. Me retuerzo y grito de dolor. De locura. Nadie me escucha. Nadie nunca lo hará. Y así
pasa la eternidad. La eternidad de segundos agonizantes. Hasta que ya no
resulto interesante. Ya no siento nada. Ya no duele como solía. El espacio para
cicatrices se ha acabado, y las navajas se retiran, volviendo a su estado de
cautiverio. Dejándome solo. Tendido a morir, dejo pasar el tiempo. Algunas
heridas, las más nuevas, todavía gotean espesas
palabras carmesí. Negras en la oscuridad. Y agonizando sobre el piso invernal, las
observo. Observo como llegan de su caótico flujo buscando orden. Conjunto. Y se
agrupan, formando una gran comunidad. Un océano granate. Bajo mío. Las observo
y desde el interior nace. El odio. La envidia. El anhelo de un ser solitario. Y
me hundo en él. Dejo que me consuma. Evocando los únicos recuerdos grises en mi
existencia podrida. Las navajas. La ilusión de compañía. Y sin más voluntad
para seguir, me permito a mí mismo un momento de paz. El único. Antes de
dejarme caer.
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